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Análisis Comparativo de la visiones sociológicas de género presentes en los libros “Mujer Víctima y Cómplice” y “El género también es cosa de hombres"
En el presente escrito se pretende de la manera más objetiva dilucidar algunos puntos que giran alrededor de la socialización del ser humano, específicamente, en el proceso de construcción de la personalidad. Mucho se ha comentado desde tiempos arcaicos sobre los supuestos requerimientos que tanto el hombre como la mujer deben cumplir para autodefinirse en su respectivo género, esto ha provocado un peso muy grande en la conciencia colectiva, ya que luchar por la equidad de género se hace cada día más difícil. Pero a pesar de esto, muchos autores ya se han avocado a investigar y realizar proyectos que abordan perspectivas femeninas y masculinas.
Es importante destacar que, como joven mujer, mi interés personal se centra, no solo en realizar una síntesis de la visión de los autores de estos libros, sino aportar en la construcción de un conocimiento un perspectiva más equitativa que logre, de una u otra manera, llevar a la reflexión conciente de la importancia de buscar un enfoque de equidad genérica para tratar de eliminar algunas de las barreras ideológicas estereotipadas de los conceptos sociológicos del hombre, la mujer y las relaciones antagónicas que definen sus interacción; además de proponer la búsqueda de soluciones ante los conflictos que se han presentado históricamente entre las visiones negativas del feminismo y del machismo radical propias del sistema social patriarcal que impera en Latinoamérica.
Cabe resaltar que para clarificar el eje de este análisis, se propone la comparación de dos trilogías que se presentan en ambos discursos con base en el ejercicio del poder, donde la cosmovisión femenina de Calvo propone en un extremo a la mujer sexual, en el otro a la mujer esposa y en un tercero a la mujer madre. Por otra parte Briceño y Chacón proponen una trilogía en la que aparece el hombre preñador, el hombre proveedor y el hombre protector.
De esta manera se podrán tomar cada uno de los extremos del enfoque de estos autores para reflexionar y proponer una alternativa donde se busque la construcción de una sociedad equitativa que respete las diferencias genéricas y busque una relación más integral donde se evite la reproducción de patrones de violencia.
Es importante resaltar que, aunque estas trilogías se definen desde perspectivas diferentes están presentes en el mismo escenario social y esto produce que entre sus puntos se instituyan redes de intercambio e interrelación que permiten las relaciones de “poder” y la resistencia ante ellas entre hombres y mujeres; pero también nos hacen recapacitar en la necesidad de una construcción social más equitativa que promueva más efectos positivos entre hombres y mujeres.
Mujer sexual vs. Hombre preñador
En este sentido se encuentra una disyuntiva social donde a la mujer se le reprime todo su instinto sexual donde se le induce a inhibir todas sus funciones fisiológicas y hormonales en pro del modelo de castidad y virginidad propuestos desde los más antiguos procesos de socialización definidos por los dogmas religiosos. Esto produce una visión arraigada de la mujer donde lo genital es un tabú, provocando estereotipos donde la emancipación de la mujer representa el rompimiento de los cánones establecidos por la religión que promueven que si la mujer verbalizar su deseo sexual, saliéndose del estándar sacro, se transforma en Pandora, parafraseando a Calvo. La mujer que no entre es este modelo silenciado da una razón para ser segregada, y así: “la que se aparte de este arquetipo deja de pertenecer a su sexo y se masculiniza” según lo afirma Calvo en su ensayo. Visión que hoy por hoy se retoma, fomentando la creencia de la superioridad del hombre, quien logra expresar su necesidad sexual sin ser señalado. Esta definición también produce una dificultad en el hombre preñador, quién supuestamente debe ser el fuerte, audaz, valiente, y sexual, lo que provoca una construcción social en crisis, pues no todos los hombres cumplen con estos atributos. En este sentido, el hombre puede tener muchas prostitutas pero una sola señora esposa. A pesar de que socialmente no está mal visto que estén conectados con su parte sexual, si lo está el que lo estén con su parte emocional y expresiva, de lo contrario se les descalifica como parte importante de su género ya que estos son ejes coercitivos de su personalidad masculina donde la condición de ser mujeriego es una condición genérica sin importar sus emociones y necesidades humanas ni tampoco el impacto que provocará en su entorno familiar y comunal, es decir por ejemplo, que todo hombre debe el galán del pueblo; en este sentido el que no entre en este estereotipo, se considerará como impotente, homosexual, o inútil para sus congéneres. Esto provoca que el hombre no sea dueño racional de su propio cuerpo, por lo que hay un desconocimiento de sus necesidades que van más allá de la relación genitocoital, creando problemáticas masculinas, que Briceño y Chacón apuntan como adicciones, suicidios, falta de autocuido, baja autoestima, muertes violentas, lesiones en disputas, y agresión doméstica, así altos riesgos en los planos emocional y psicológico tanto del hombre como de su familia.
Con estos ejes discursivos, se puede notar como tanto a hombres como a mujeres se les atribuye un papel específico determinado por los roles sociales que no toman en cuenta la visión fisiológica, psicológica ni la libertad de elección, reproduciendo papeles sociales determinados desde épocas primitivas.
Mujer esposa vs. Hombre proveedor
Uno de los estereotipos más claros de la mujer desde el punto de vista patriarcal es el de esposa, bajo este sustantivo, la mujer debe ser sierva, propiedad privada garantizando la superioridad del varón y aceptando el papel de ignorante ante el hombre. El lazo matrimonial puede verse como el contrato en el que se establece como dueño y señor omnipotente al hombre y antes del matrimonio la mujer debía tener autorización de su tutor que en muchos casos era el padre, en sentido se puede ver como ser mujer era igual a una letra de cambio que pasaba de un dueño a otro sin su consentimiento pero apoyada por un patrimonio que siempre iba a beneficiar al señor que la poseyera. Además cabe resaltar que como lo describen Briceño y Chacón “el discurso patriarcal dice que la mujer no debe tener, el hombre tiene por ella; la mujer no debe saber, el hombre sabe por ella; la mujer no puede, el hombre puede por ella. Para esto, la ideología patriarcal legitima relaciones tales como: dominante/dominado, poderoso/impotente, activo/pasivo, ..., masculino/femenino” (Michael Kaufman, 1989, p.20) Fue así como se empezó a acostumbrar a la sociedad a que la mujer fuese desde niña parte de un hombre, primero de su padre, luego de su esposo, y en el caso de muerte de este, fuera propiedad del hijo mayor. Esto hacía que la mujer se sometiera a los deseos de los demás y tuviese que servir devotamente. Esta visión esta sustentada también el la religión y los preceptos que anteponen al varón y le permiten decidir por sobre los deseos de “su mujer”. Es por esta y muchas otras razones que la femineidad se ve como complementaria funcional a la masculinidad, donde esta visión de mundo fortalece el sistema de poder y reproduce la sociedad patriarcal que desde antes de la época feudal se tiene. En esta vorágine de roles, cabe destacar que el proceso de socialización de género no solo limita a las mujeres otorgándoles papeles subordinados, si no también a los hombres porque consolida la razón de ser del género masculino en la sociedad patriarcal, donde el hombre es inexpresivo, insensible, autosuficiente que nunca pide ayuda a pesar de necesitarla pues él tiene que cumplir con el mandato de resolverlo todo solo, de mantener el autocontrol, de nunca tener miedo porque el miedo, el llanto, la delicadeza, el aprecio son dones de segunda clase y pertenecen al rol femenino. Las sociedades, hasta la actual, han calificado la fortaleza física como una cualidad destacada del hombre, lo que le permite ser el personaje que provee de todas las necesidades que tienen los suyos soportando cualquier tipo de dolor que lo pueda doblegar aunque ponga en peligro su vida, puesto que el hombre debe ser trabajador, buen proveedor, fuerte, insensible, valiente (que no exprese su vulnerabilidad y su ternura por medio de las emociones) y ante todo que sea un buen solucionador de los problemas que se dan en su familia y en su entorno; dándole énfasis al valor de pensamiento lógico que esté dispuesto a asumir cualquier tipo de riesgos, que sea agresivo, feroz, y que logre separar la sexualidad del afecto. Como apunta Briceño y Chacón, en este rol de masculinidad patriarcal proveedora existe una heterosexualidad obligatoria en función de la reproducción y la provisión de hijos para la función sexual que corresponde (hijos para el trabajo público, hijas para el trabajo privado) donde el no cumplimiento de esta función tendrá un castigo constante que se traducirá en el señalamiento colectivo de homosexualidad. Los hombres desarrollan también competencia por esta actitud anterior, lo que los lleva a la descalificación de unos contra otros dándole características a los homosexuales de debilidad y feminidad como elemento para apartarlo del género masculino.
Mujer Madre vs. Hombre Protector
A partir de lo ya dicho anteriormente, es de resaltar que la construcción social de los géneros se encuentra en un proceso de crisis porque hombres y mujeres se enfrentan cuerpo a cuerpo por los niveles de competencia social y política que se desarrollan en todos los países del mundo, pero es importante destacar hacer notar que los procesos de reproducción son los que permiten a la humanidad permanecer y cubrir la faz de la tierra. Puesto que si hombres y mujeres no procrean se llegará a la extinción de la especie y a la desaparición de la raza humano. Aunque esto no quiere decir que toda las mujeres deben desarrollar ese rol de madres ya que por la cosmovisión que se tiene hoy hay mujeres que quieren desarrollarse como profesionales y reconocen que tener mundos puede que no les permita el desarrollo pleno de sus potencialidades profesionales ya que los hijos merecen un desarrollo integral en el que sus padre y madre participen, lo que no quiere decir que la crisis actual de valores familiares a transformado la definición de familia puesto que el hombre con su visión de preñador a caído en niveles de irresponsabilidad donde los hijos están siendo sustentados solo por el trabajo de la madre, y algunas consideran que esto no debe ser así y por ello se han avocado al desarrollo pleno de sus potencialidades intelectuales y profesionales.
La posición social de la madre es la que se considera más importante para la mujer, puesto que en este rol, está avocada a la procreación, crianza y educación de los niños, mano de obra física de las generaciones futuras y el progreso económico de las naciones. En este campo los estudios socioeconómicos no contemplan como beneficio económico y social el trabajo privado de las mujeres en estos campos de proceso de mano de obra lo que provoca la descalificación del trabajo femenino en el hogar, trabajo que fundamenta el desarrollo de las sociedades, ya que se erige como parte la socialización primaria, que permite la reproducción tanto de las tradiciones y costumbres propias de cada nación como de los estereotipos sociales. Este papel de la mujer como reproductora de ideologías, tanto políticas, económicas y culturales como religiosas promueve la identificación errónea de los géneros en relación con el sexo postulados y culturalmente aceptados.
Después de este análisis, es de suma importancia revisar el estereotipo femenino que se ha estado atribuyendo a las mujeres donde antes que gozar de su sexualidad, deben subordinarse al servicio materno donde el orden social que se le da es de servir a sus hijos, a su esposo a su comunidad, a su sociedad anteponiéndose ella misma he inhibiendo todas sus necesidades personales.
Es aquí en donde se considera al hombre proveedor como tradicionalmente se expresa en el siguiente dicho popular “Todo hombre será hombre hasta que haya escrito un libro, sembrado u árbol y tenido un hijo” mensaje que nos hace analizar que el hombre proveedor debe garantizar tener posesiones físicas y económicas que permitan sustentar todas las necesidades de su familia. Entre estas posesiones también debe contar con los atributos de prestigio, fuerza, valentía entre otros que nuestra sociedad le reclama. Además que como hombre proveedor no solo debe proveer los aspectos prácticos, si no también aspectos intelectuales ya que él debe tener la razón en todo, porque debe tener la mayor cantidad de conocimiento aunque no sepa a cabalidad de lo que está hablando. En este sentido aparece el concepto estereotipado de categorías en las cuales el hombre proveedor debe de ser, según Briceño y Chacón en su referente a la humanidad: adulto, casado, blanco, y con pertenencias materiales además de estar siempre listo para la acción, ser dominador, ser responsable frío y calculador.