Enrique Mújica es un tipo molesto: encarcelado por Franco, antiguo ministro socialista, es un vasco judío. Los etarras le mataron un hermano. Es el Defensor del Pueblo, nombrado por el Gobierno derechista y hostigado por sus excompañeros del PSOE.

Aunque dobla mal las erres, habla claro, y al estar a la vuelta de las grandes palabras que son mentira, ha advertido que algunas normas de lo políticamente correcto son hipócritas y llevan a la sociedad por mal camino.

Su última incorrección política ha sido afirmar que el multiculturalismo estimula el racismo, porque en lugar de acrisolar razas y culturas, crea guetos, y al estimular diferencias, fomenta rivalidades y odios, al contrario que el pluralismo cultural, que pretende la integración. Esa tesis es la de Mikel Azurmendi, presidente honorífico sin sueldo del Foro de la Emigración, al que también quieren echar.

Mújica, como judío y vasco perseguido, sabe mucho de guetos. El multiculturalismo, que era la separación del germanismo y del judaísmo, aplicado por Hitler sirvió para llevar millones de seres a las cámaras de gas. Y fue la base del apartheid surafricano.

Lo políticamente correcto ahora es defender que todas las culturas están en el mismo grado de evolución, que un antropófago viviendo entre nosotros es tan admirable como un gastrónomo, porque ambos comen y, por tanto, el segundo nada tiene que enseñarle al primero.

Eso no se puede contradecir, señor Mújica. Usted molesta y debe ser destituido. Además, como es judío...