¿Quieres recibir una notificación por email cada vez que Reyespirela escriba una noticia?
De regreso al presente, me siento emocionado por este reencuentro tan significativo con el amigo y otrora confidente de románticas cartas que jamás llegaron a las manos de sus destinatarias
Olvidado en el rincón de una gaveta permaneció por casi una eternidad un delgado y soñoliento lápiz, hasta que logré interrumpir su descanso tomándolo entre mis dedos índice y pulgar, al momento de sentirme transportado a un pasado maravilloso e imborrable.
Mis oídos aún podían escuchar la voz de mamá que exclamaba con firmeza. –Te portas bien en la escuela y revisa si tienes dentro de tu bulto el lápiz. –Esas indicaciones me seguirían por muchos años, hasta que logré culminar mis estudios.
Dentro del aula de clases habían niños con rostros de gran preocupación cuando escuchaban a la maestra decir: –¡Buenos días! Por favor saquen cuaderno y lápiz. –Era necesario que ellos obtuvieran algo para escribir.
¡Oh, oh! estaban en aprietos, pero siempre existía un alma generosa dispuesta a salvarlos del error de no haber revisado previamente sus útiles escolares, otros menos afortunados debían sacrificar el receso para copiar las clases.
Muchas veces nuestro amigo sufría intensas mordidas de incisivos infantiles para calmar el aburrimiento. Otras de las costumbres consistía en pararnos a cada instante del pupitre para usar el sacapuntas que estaba colocado cerca del pizarrón, de esa manera el pobre estaba sentenciado a la pena de muerte súbita, porque en pocos minutos su cuerpo desaparecería.
Había un juego que consistía en colocar un lápiz sobre el pupitre con el propósito de recibir puntadas por otro contrincante y quien lograra destrozarlo primero, era declarado ganador de la contienda. Apenas llegaba a casa decía a mi mamá. –Creo que me robaron mi lápiz, ¿me podrías comprar otro?
De regreso al presente, me siento emocionado por este reencuentro tan significativo con mi apreciado y fiel amigo, quien fue confidente de aquellas románticas cartas que jamás llegaron a las manos de sus destinatarias.
En reiteradas ocasiones me hizo enojar cuando en los exámenes se negaba a escribir y bruscamente lo tiraba a un lado, para luego regresar a mi mano.
En estos momentos cuando la tecnología avanza a pasos agigantados es común escuchar a personas que dicen. –Anota este número telefónico. –Contrariado el otro responde.
–Pero, no tengo lápiz. – Y la respuesta es contundente.
–Por favor, no seas anticuado, utiliza el teclado de tu teléfono celular.
Recientemente quise obtener una información que había guardado en una aplicación y mi sorpresa fue mayúscula cuando observé que todo estaba en blanco. Después del serio impacto decidí regresar al antiguo hábito de escribir mis notas en un cuaderno.
Unas horas después de haber recuperado la serenidad pensé, «Si lo hubiese escrito con mi lápiz sobre un cuaderno, en estos momentos no me importaría encontrarme con hojas amarillentas, porque allí estarían mis pensamientos plasmados por ti, mi gran amigo».
Autor: Alfredo Pirela Velásquez